La Exposición Mundial de Paris de 1937
La Alemania Nazi y la Rusia Soviética fueron sin duda alguna dos regímenes que comprendieron y explotaron al máximo el concepto de propaganda política. No obstante, y en un evento único en la historia, sería en la Exposición Mundial de Paris de 1937, el la cual el pabellón Alemán se encontraba directamente enfrentado al pabellón Ruso, en que estas metodologías de adoctrinamiento fueran utilizadas simplemente como competencia estética y artística.
Nota: la propaganda política es casi tan antigua como la civilización en sí misma. En efecto, la primera pieza de propaganda que aún se conserva data de unos 2500 años en el pasado, más precisamente al poderoso e histórico Imperio Persa: El relieve de Behistun.
Sin duda alguna ambas naciones presentaron un espectáculo visual magnífico, ya que la misma no era una exposición más, sino que de hecho se convertiría en una batalla simbólica entre Rusia y Alemania. Algo que queda claro al ver los organizadores de cada pabellón. Del lado alemán Hitler y su visionario arquitecto Albert Speer, junto al escultor Arno Breker (cuya obra se encuentra, en gran parte, en una «cárcel para estatuas» ubicada en la citadela de Spandau); del lado soviético Stalin y un bureau de diseño conformado por los mejores diseñadores y arquitectos soviéticos como los mundialmente famosos Konstantin Melnikov y Vera Mukhina. El objetivo: ver quien lograba el pabellón más espectacular, más épico de todos.
La exposición pasaría a la Historia como una de las primeras muestras de rivalidad entre Alemania y la Unión Soviética. Rivalidad que pocos meses más tarde desencadenaría en la mayor guerra en la historia de la humanidad, un conflicto que vería ciudades enteras completamente destruidas y la pérdida de vida de millones de seres humanos, en su gran mayoría inocentes civiles que solo deseaban escapar de la pesadilla máxima que representó este cruento conflicto bélico.
Especialmente en la Unión Soviética que perdería alrededor de 26 millones de vidas tanto militares como civiles durante el transcurso de la guerra y donde se librarían las batallas más grandes de la historia como la brutal Batalla del Dniéper una batalla tan sangrienta y colosal que hoy en día es recordada como una de las peores en la historia.
El pabellón ruso
El pabellón ruso intentaba dar, a simple vista, la idea de que la fuerza de la Unión Soviética estaba en sus trabajadores y campesinos, el proletariado en si mismo. Esto puede notarse al observar que el centro de la estructura, capaz de captar toda la atención a primera vista, es la magnífica escultura por Vera Mukhina hallada en el tope del edifico, en la cual el obrero y la kolhoz -o koljosiana, campesina comunal-, representando al proletariado, sostienen la hoz y el martillo para formar el emblema soviético (hoy reubicada en Moscú).
En el interior del mismo se mostraba una exposición de la subida al poder de los bolcheviques en Rusia (revisada específicamente por Stalin con el fin de que no se le diese crédito a Trotsky ni su hermana Olga) y el futuro de la Revolución Comunista en el mundo. Como por ejemplo, el modelo a escala del Palacio de los Soviéticos que puede observarse en las imágenes.
Por otra parte, la Unión Soviética puso un especial énfasis en mostrar al mundo el alcance y la escala de sus proyectos arquitectónicos y de ingeniería, los cuales eran en verdad monumentales. Solo hace falta observar el gigantesco esfuerzo que llevó construir el ferrocarril transiberiano para tener una noción de esto.
El pabellón alemán
La empírica mega-estructura uniforme y perfectamente simétrica de la Alemania Nazi intentaba transmitir un mensaje de solidez y fortaleza, dar una sensación de inamovilidad con solo verla. Su interior, rico y finamente decorado, a manera de museo y grandes salones, intentaba dar idea de la riqueza alemana.
En el mismo se exponían piezas que explicaban la visión a futuro de Hitler y multitud de esculturas. Siendo la pieza central una enorme maqueta compuesta por miles de piezas meticulosamente talladas de la Berlin que construiría Albert Speer a futuro. En el interior, así también, podían encontrarse ejemplos de la industriosa Alemania Nazi, como era la exposición del prototipo de carreras de Mercedes Benz.
Amistades oscuras: debemos recordar que el dictador Adolf Hitler tenía una relación de amistad con varios de los empresarios alemanes de la época. Por ejemplo, Ferdinand Porsche le regaló al sangriento dictador un impresionante prototipo de carreras.
La enorme águila de 9 metros ubicada en el tope sería diseñada por el mismísimo Kurt Schmid-Ehmen, y construída de bronce macizo. La misma ganaría el Gran Premio de la República Francesa, y su imponente estética sería copiada hasta el hartazgo durante todo el siglo XX.
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