El nuevo Prometeo
Jacques de Vaucanson es prácticamente un desconocido hoy en día, pero en el siglo XVIII, cuando estaba por comenzar una de las edades doradas de la ciencia, este inventor excéntrico era una celebridad entre reyes y científicos de toda Europa, llegando a ser apodado como «El Nuevo Prometeo» por el mismísimo Voltaire -Prometeo era el semi-dios griego que, enfrentándose a todo el Olimpo y siendo castigado de una manera horripilante durante una eternidad a causa de esto, le regaló la llama del conocimiento a la humanidad–.
Su talento para la mecánica era legendario, de hecho, la primera vez que fue a la iglesia con su madre quedó fascinado con un reloj de la capilla. Durante horas lo observó y estudió para reconstruirlo de memoria a la perfección una semana más tarde. Tras ver esto, su madre que era viuda y pobre, decidió enviarlo con los Jesuitas para obtener una educación. Vaucanson entonces se haría amigo de su profesor de matemáticas, quien sería su mentor y le ayudaría a dar sus primeros pasos. Su meta era simple: crear vida artificial.
Uno de sus primeros intentos, el cual le vino a la mente mientras deliraba a causa de la fiebre, radicó en construir un autómata musical que tocara la flauta. No solo dotó a su creación con movimiento en casi todas las partes del cuerpo, sino que además para lograr el efecto deseado pasó meses enteros investigando la manera de crear un material que simulara la piel humana. El 11 de febrero de 1738, demostraría su androide ganando tan buenas críticas que se llegaría a decir «solo le faltó darle un alma».
Debemos decir que los autómatas con figuras humanas eran algo ya explorado en el mundo. Por ejemplo, los japoneses fabricaban los Karakuri ningyo, autómatas sirvientes con funciones tales como servir el té a los invitados o realizar actos de habilidades.
Tras la exposición Vaucanson ganaría fama y prestigio, pero más importante aun, los fondos necesarios para llevar su invención a un nuevo nivel. Cuidadosamente iría creando un mecanismo que simulara cada músculo, cada movimiento de un músico humano. Para esto pasaría días enteros observando orquestas, llegando como resultado a crear un autómata capaz de tocar 12 melodías diferentes. Para esto estudio en profundidad los conceptos musicales de la octava, las notas musicales y la gama.
El pato robot que podía comer y digerir
Sin embargo, el invento más famoso de este genio sería presentado al año siguiente. Esta invención era nada más y nada menos que un pato artificial, es decir un pato robot, el cual no solo se movía como y comportaba un pato real, sino que en su interior poseía un sistema digestivo artificial el cual le permitía ingerir granos, digerirlos y excretarlos posteriormente.
Incluso el mismo rey Luis XV, sorprendido al ver como el pato comía de su mano, le preguntó al inventor como funcionaba semejante maravilla Mecánica, a lo que este explicaría el intrincado sistema de músculos artificiales, conductos digestivos y sobre todo el sistema químico que digería el grano ingerido convirtiéndolo en excremento.
Desafortunadamente, y contra su voluntad, Vaucanson se vería involucrado en la huelga de mineros de Francia siendo comisionado por las autoridades para construir mineros artificiales. Estas invenciones serían saboteadas por desconocidos y como resultado varios trabajadores perderían sus vidas. La culpa recayó sobre el mismo Vaucanson quien debió de escapar y retirarse en el exilio perdiendo en el proceso todas sus invenciones.
Más de medio siglo después sería el mismo Goethe quien comenzara una búsqueda de los autómatas con el fin de restaurarlos y continuar con la obra tecnológica comenzada por Vaucanson, tristemente al llegar al antiguo estudio del ingeniero caído en desgracia encontraría a los autómatas destruidos o averiados más allá de cualquier reparo.
Si bien se intentó repararlos nadie en la época pudo recrear la obra de Vaucanson. Solo durante la modernidad se llegaron a reconstruir y reparar dichos modelos.
La realeza francesa y los mecanismos automáticos
Es pertinente mencionar que la razón por la cual los autómatas de Vaucanson encontraron tanto éxito e interés entre los nobles de Francia se debe al hecho de que los mismos ya estaban acostumbrados a emplear y utilizar todo tipo de mecanismos automatizados en sus vidas cotidianas. En el pasado hemos hablado en detalle sobre los muebles mecánicos de la realeza francesa.
En efecto, la realeza francesa de la época ya estaba acostumbrada a ciertos mecanismos automatizados. Por ejemplo, varios de los costosos muebles utilizados por los nobles poseían complejos sistemas mecánicos que automatizaban algunas de sus funciones e incluso reconfiguraban sus funciones.