George ‘Beau’ Brummell, el dandy más vanidoso en la Historia

George 'Beau' Brummell fue un caballero británico quien, a pesar de no ser rico, es recordado hoy en día como el dandy más vanidoso y pulcro en la Historia.

Narciso moderno

Quizás te hayas preguntado quién fue la persona vanidosa en la historia. La respuesta es muy simple: George ‘Beau’ Brummell, un hombre inglés de principios del siglo XIX cuya vanidad rivalizó incluso a la del mismo Narciso de la mitología griega y cuyos rituales de belleza y cuidado del aspecto eran tan elaborados, costosos y demandantes que estos pasaron a la Historia.

George ‘Beau’ Brummell

Retrato de Beau Brummell.
Retrato de Beau Brummell.

Nacido en la última parte del siglo XVIII, vio morir a sus padres tempranamente, de quienes recibió una moderada herencia. Tras esto George decidió seguir los pasados de muchos jóvenes de la clase media-alta británica de la época, y se enroló en un regimiento de caballería. Lugar en el que hizo migas con el mismísimo príncipe de Gales.

No obstante, la violencia no era lo suyo, y prontamente renunció al ejército para dedicarse a seguir a una vida más «sociable» en Londres. Ciudad en la cual, gracias a su amigo Real, tendría acceso a fiestas y galas de la alta alcurnia así como los clubes de apuestas y casinos tan populares en ese tiempo.

De excelente vestir y pulcritud obsesiva, su finura y excelente oratoria lo llevarían a hacer amistades con personajes tales como Henry Mildmay y Lord Alvanley, famosos integrantes del «Dandy Club». Consistiendo su rutina diaria en ir de fiesta en fiesta. Es en este punto de su vida en el cual su obsesión y vanidad cuasi-narcisista crecerían a alturas legendarias -muy para el pesar de sus finanzas, ya que las deudas del dandy crecían a la par como montañas.-

Prontamente los rumores sobre su obsesiva pulcritud, irónicamente, en lo que a rumores respecta, reales en su mayor parte, se volverían el tema de charla preferido de la alta sociedad. Y no era para menos, Brummell dedicaba de 6 a 9 horas de su día a su aseo y vestimenta. Según palabras del mismo Brummell, todo caballero que se considerase como tal no debía lustrar sus botas con otra cosa que no fuese espuma de champaña; los guantes, sobre todo, debían ser reemplazados al menos unas seis veces diarias y el cuello largo o el pañuelo corbata siempre debían de estar perfectamente almidonados.

Nota: en pocas palabras, podemos considerarlos como el padre de lo que hoy en la jerga moderna se denomina como un metrosexual, algo muy de moda entre los hombres modernos de la primera mitad del siglo XXI.

Si bien Brummell no consideraba los atuendos llamativos como de buen gusto, su obsesión con la perfección era tal que llegaba a retener a sus sastres por varias horas, sin dejarlos marchar hasta que éstos lograran tomar las medidas perfectas de su figura, ni un milímetro más ni un milímetro menos. Esto ya que consideraba a este tipo de errores como la «mayor ofensa al buen gusto».

Incluso, según relatos de su amigo lord Alvanley, Brummell a pesar de sus fuertes deudas siempre enviaba a lavar sus trajes a Francia ya que, según sus palabras, Inglaterra carecía del toque y la calidad franceses, y esto, además, sin mencionar las costosas cremas y lociones que utilizaba para su rostro, cabello y cuerpo.

Otra de las obsesiones del caballero era su colección de bastones, realizados con los más finos detalles de plata y marfil, y hechos a partir de exóticas maderas traídas de América Latina, Asia y África. Debemos remarcar que los bastones eran tan importantes en la cultura de la época que incluso se desarrolló un arte marcial alrededor de los mismos. El bartisu, técnica de combate con bastones popularizada especialmente en las Sherlock Holmes.

Fue además uno de los primeros hombres en utilizar cremas para afeitar, llegando muchas veces a crear sus propias recetas para así lograr la combinación perfecta entre aroma y textura. Uno de los factores que obsesionaba al dandy fue justamente la suavidad del rostro y el aroma de la piel. Por esta razón estaba constantemente probando sus recetas. Entre sus ingredientes favoritos se encontraba el aloe vera.

Estatua de George 'Beau' Brummell
Estatua de George ‘Beau’ Brummell frente al Piccadilly Arcade, una galería famosa por su fina vestimenta para hombres.

Beau, como era conocido por todos, se convirtió en la figura número uno de la moda británica del siglo XIX y el buen gusto. De hecho, sus consejos y opiniones eran muy preciados entre los caballeros de la alta sociedad, muchas veces siendo consultado por varios de los más distinguidos caballeros británicos en temáticas del buen gusto, la vestimenta y el cuidado del cabello.

En efecto fue el principal responsable en popularizar el estilo de cabello denominado como titus. Un peinado muy popular entre los caballeros británicos del siglo XIX que rápidamente se popularizó por toda Europa y el Nuevo Mundo.

Las casas de la nobleza británica: si deseas ver algunas de las mejores ilustraciones de las casas, villas y palacios de la realeza y la aristocracia británica puedes ir al siguiente artículo: Arquitectura ilustrada: La Historia de las Residencias Reales.

Caida en desgracia y redención

Sin embargo, su fama no lo salvó de sus deudas, que terminaron arruinándole. Sólo gracias tras una intervención de Alvanley, consiguió un modesto puesto laboral en el consulado de Caen. Brummell murió pobre y en el olvido a causa de la sífilis en el 1840.Una enfermedad endémica y muy común en la época que generalmente traía a sus víctimas un lento y muy doloroso final.

Hoy lo redime una estatua, la estatua en honor a George ‘Beau’ Brummell ubicada en la Jeremy street frente al Piccadilly Arcade, calle en la que se encuentran los negocios más costosos de ropa para hombres así como perfumes, relojes y otros accesorios para el caballero de la alta sociedad. Así mismo desde su muerta al presente ha sido honrado en obras teatrales y películas, siendo la más importante The Beau una producción de Ron Hutchinson con Peter Bowles y Richard McCabe.

Los caballeros británicos del siglo XIX

Ciertamente algunas de las costumbres y aficiones de los caballeros británicos, especialmente de los ingleses, de finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX eran fascinantes. Por ejemplo, durante varias décadas se vio como un gran símbolo de estatus el criar los animales más gordos y grandes posibles. Cuando muchos de estos no podían conseguirlo, simplemente comisionaban pinturas falsas mostrando a sus animales como gigantescas bestias rectangulares.