Tras sobrevivir a la Segunda guerra y encontrarse con un Japón arrasado, el arquitecto Kenzō Tange ideó el metabolismo: un movimiento arquitectónico y urbanístico basado en el crecimiento de los organismos.
La Olimpiada de 1940 es el mejor ejemplo de lo rápido que puede cambiar el mundo en unos pocos años. La misma fue suspendida no una sino dos veces y finalmente anulada de manera permanente debido a las varias guerras que castigaron a sus países anfitriones.
Los yokai son monstruos de la mitología japonesa. Algunos son benévolos, otros malvados y otros bromistas. No obstante, el más raro de todos es un pie gigante que demanda ser lavado.
Tras el tsunami de 2011, el gobierno japonés realizó un profundo estudio para disminuir la cantidad de muertes en un tsunami futuro: las colosales murallas.
El Kudzu es una planta nativa del sudeste asiático que al ser introducida en los Estados Unidos en el siglo XIX causó un desastre ecológico colosal.
En Japón existe una maravillosa tradición de crear caramelos esculpidos. Denominados amezaiku, estos rompen la barrera entre la comida y el arte.
Debido a las regulaciones ambientales de la ciudad de Tokio, la demolición de edificios se realiza sin explosiones ni polvo utilizando el método TECOREP.
Los koyosegi son la mezcla perfecta entre el arte y la ingeniería. Éstas cajas pueden ser tanto rompecabezas mecánicos como piezas de arte.
Sagami es un festival tradicional japonés para el cual gigantescas cometas de más de una tonelada son construidas por todo el pueblo y luego remontadas.
Los aquapaisajes son bosques miniatura sumergidos en peceras. Elaborados por pioneros como Takashi Amano, los mismos son obras de arte vivientes.