Seudociencia de principios del siglo XX
En varias oportunidades hablamos de la fascinación de algunos científicos a la hora de investigar la relación entre los humanos y otros primates. El Dr. Kellog expondría a su hijo recién nacido a crecer junto a un chimpancé, para así investiga las diferencias en el aprendizaje; Stalin ordenaría crear un ejército de soldados mitad hombre mitad simio; y Oliver, un bonobo común y corriente, sería declarado como la cruza entre un humano y un chimpancé.
El arquetipo de un científico loco
Nacido en Rusia, Serge Abrahamovitch Voronoff, crecería en Francia tras que sus padres emigraran cuando él era pequeño. Prontamente desarrollaría un gusto por la ciencia, que desembocaría en una carrera en biología y luego se recibiría como cirujano.
Interesado en trasplantes, se mudaría a finales del siglo XIX a Egipto por varios años, permaneciendo allí hasta 1910. En su nueva tierra, y tras hacer varias amistades con sus mismos intereses, descubriría gran cantidad de eunucos y otros castrados, prontamente convirtiéndose el estudio de los mismos en una obsesión.
Por alguna razón, no muy alejada de las teorías de su época que creían que clave del envejecimiento se encontraba en las glándulas sexuales, y que la atrofia o desgaste de las mismas llevaban al decaimiento físico, ya que el cuerpo «perdía su sentido biológico al no poder reproducirse», Voronoff desarrollaría una técnica de rejuvenecimiento realizando xenotrasplantes de «glándulas de monos jóvenes» en escrotos humanos. Esta era una teoría seudocientífica era, en cierta medida, sostenida por un número considerable de científicos de la época. La misma se basaba en un principio denominado como de «reinvigoración».
Si bien actualmente los xenotrasplantes son vistos como viables a futuro, en ese tiempo de principios del siglo XX, con las teorías sin sentido y los errores garrafales que azotaban a la medicina, era realmente una locura someterse a una de esas terapias.
Desarrollar su técnica no sería fácil, utilizando su mismo cuerpo en sus experimentaciones, Voronoff se inyectaría distintos tipos de tejido proveniente de perros y ratones en si mismo. Al no notar un progreso, teorizaría que las inyecciones no eran eficientes, por lo que procedería a investigar la manera de trasplantar la glándula tiroides de un chimpancé a un humanos y, debido a la laxa legislación egipcia, posteriormente tejido testicular de criminales ejecutados a clientes millonarios.
Los «científicos locos» de principios de siglo: los fines del siglo XIX y principios del siglo XX fueron una época que estuvo plagada de científicos con títulos universitarios oficiales que, a diferencia de lo que se esperaría hoy en día, afirmaban todo tipo de teorías alocadas. Otro arquetipo del «científico loco» fue el Dr. Krall, quien gastó una fortuna en experimentos de telepatía entre perros y humanos.
Voronoff prueba el éxito público y se obsesiona
De vuelta en Europa, no conseguiría el permiso para conseguir su «materia prima», pero nada le impedía encontrar una fresca provisión de testículos de simio en los zoológicos Es así que llegamos al 12 de Junio de 1920, día en el que Voronoff realizaría el primer xenotrasplante de tejido testicular de chimpancé en un escroto humano.
El problema es que su teoría carecía de rigor científico, y las observaciones posteriores de seguimiento en sus pacientes estaban todas basadas en variables empíricas o interpretativas de dudosa credibilidad (ver primer imagen). Pero eran otros tiempos, y Voronoff sería laudado por sus colegas e incluso la revista Time lo alabaría.
Pero este éxito duró poco, y Vornoff prontamente sería catalogado de «científico loco» por la prensa.
Y todo lo que sube…
Pasarían los años, Voronoff escribiría un libro, atendería a cientos de millonarios y famosos del mundo entero (ver enlaces relacionados), sólo en Francia había realizado más de 550 intervenciones, abriría su clínica especializada y su granja de monos en Italia.
Pero eran cada vez más las voces que remarcaban las pobres observaciones realizadas durante el seguimiento de sus pacientes, y comenzaría a rondar una pequeña palabrita llamada placebo que doctores tales como Evans, Hoyle y Graves habían comenzado a utilizar durante los 30s y 40s en sus escritos
Nota: el «Efecto placebo» fue formalmente detallado y explicado científicamente mediante la utilización del método científico por Henry K. Beecher 4 años después de la muerte de Voronoff.
Voronoff vería como la ola de alabanzas se había tornado rápidamente en su contra, y sobre todo, los recientes estudios sobre la testosterona, serían el último clavo en la teoría de Voronoff quien a este punto era abiertamente llamado como un «científico loco» por la prensa. Deprimido y derrotado, este moriría a finales del 51 en Suiza a causa de las serias complicaciones acarreadas por una caída.
Uno de los primeros comerciales del tipo «antes y después» en la Historia.
Más sobre experimentos cuestionables
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Enlaces relacionados
― Voronoff en la Wikipedia inglesa (hay varias fotografías de sus pacientes)