Los naturalistas de la era del conocimiento
La era de la ciencia moderna puede trazar sus orígenes los siglos XVIII y XIX, cuando los pensadores y científicos de la era comenzaron a imponerse sobre las supersticiones reinantes de su tiempo y avanzar el conocimiento técnico y científico dando así paso a la modernidad.
Entre estos pensadores se encontraban los naturalistas, es decir los estudiosos de la naturaleza. Personas como Alexander Von Humboldt, quien recorrió el mundo ilustrando las maravillas naturales en sus magníficas enciclopedias ilustradas, y Charles Dawin, quien en su histórico viaje a través del mundo logró describir el proceso de Selección natural.
Los relojes florales de Linnaeus
Uno de estos hombres de ciencia y naturalistas fue el gran Carl von Linne, mejor conocido entre sus pares como Carolus Linnaeus, un floricultor y botanista del siglo XVIII cuyo trabajo lo llevó a convertirse en todo un experto en los tiempos y relojes biológicos de las plantas. Basándose en un fenómeno al que él mismo llamaba como «el dormir de las flores» -en su tiempo no se entendía bien el por qué del cerrar y abrir de las flores- Linnaeus prontamente compilaría un extenso catálogo separando a las distintas plantas según el período del día en el que estas abren y cierran sus flores.
De esta manera, se dio cuenta que conociendo la especie exacta, y teniendo en cuenta ciertos factores externos, uno podría saber la hora del día solo viendo el estado de las flores de una planta. Es así que comenzaría su horologium florae, un reloj floral cuya disposición de las distintas especies de plantas y flores indicaba la hora exacta del día con sólo mirar las columnas de flores abiertas.
El destino queso que Linnaeus fallezca inesperadamente y su creación fuese olvidada durante muchos años, hasta que una traducción de su obra, Philosophia Botanica, al inglés, volvió a levantar interés sobre su reloj floral. Con el paso de los años y las décadas su reloj floral fue reconstruido y el mismo permanece en funcionamiento hasta el día de hoy.
El mercado de tulipanes de Holanda: hoy en día las flores son un negocio internacional que mueve millones de euros por día. En Holanda hallamos al Keukenhof, el impresionante mercado de flores más grande del mundo.
En sí, este innovador naturalista del siglo XVIII, definiría tres tipos fundamentales de flores necesarias para la creación del reloj:
- Meteorici, flores que varían su abrir y cerrar dependiendo del clima.
- Tropici, Flores que varían su abrir y cerrar dependiendo de la duración del día.
- Aequinoctales, Flores con tiempos rígidos en su abrir y cerrar, es decir, una periodicidad que no varía según el clima o la duración del día. Estas últimas siendo las de mayor importancia.
Teniendo en cuenta esto, y las variables en el abrir y cerrar de una flor, como por ejemplo la latitud en la que el reloj se encuentre, uno, cuenta Linnaeus, puede construir un reloj floral muy preciso.
Otros relojes florales
Hoy en día existen varios relojes florales al rededor del mundo. Uno de estos se encuentra en Taipei, más precisamente en el jardín de YangMin. El reloj, además de tener manecillas mecánicas, posee distintas flores que se abren dependiendo la hora del día.
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