Veleros de tierra para contenta a un rey
A lo largo de la Historia han existido gran cantidad de monarcas que contaban con la atención constante de un inventor real. Quizás el más famoso de estos casos fue el incansable servicio como inventor e ingeniero que Leonardo da Vinci prestó a Ludovico Sforza. No obstante, y si bien no tan conocido como el anteriormente mencionado, otro caso de inventores reales o inventores de la corte fue el de Simón Stevin, el inventor real de Mauricio I de Nassau, quien inventó los llamativos veleros de tierra para su monarca.
Simón Stevin fue un pensador y científico polifacético del siglo XVI, quien se interesó y especializó en las matemáticas, la física y la ingeniería militar. Su cercanía a la corte de Orange, así como su prestigio académico y conexiones en la alta sociedad, llevaron a que los padres de Mauricio depositen la responsabilidad de educar al joven heredero real en sus manos. Stevin pasó así educando a quien se convirtió en el príncipe de Orange, y entablando a su vez una relación de amistad y confianza en el proceso.
Debido a esta confianza, a lo largo de su vida Mauricio fue solicitando al ingenioso científico todo tipo de curiosas invenciones y dispositivos, los cuales, tal vez vanidosamente, tenían el único fin de entretenerle. Una de estas invenciones fue el impronunciable Zeilwagenrijden, un velero de tierra que puede considerarse como uno de los antepasados lejanos o precursores al actual carro a vela.
Mauricio utilizó esta invención para dejar atónitos a sus huéspedes, quienes, mientras se hospedaban en el palacio del monarca veían con sorpresa a través de las ventanas como a lo lejos se movían veleros que parecían desplazarse a través de tierra firme. Solo tras acercarse a los mismos comenzaban a discernir las ruedas y los ejes que permitían realizar estas travesías terrestres.
En la siguiente imagen de 1608 vemos como los mismos eran generalmente utilizados en las playas. Esto, principalmente, debido a que los mismos requerían de una superficie lisa. También podemos observar como existían modelos más pequeños de una vela y modelos para varias personas de dos o más velas.
Nota: esto nos recuerda a los barcos del canal de Suez, lugar en el cual, si uno se ubica en los márgenes laterales cubiertos por pequeñas dunas, debido a una ilusión óptica tendremos la sensación de que gigantescos barcos militares y cargueros se encuentran navegando a través de la arena.
Veleros de tierra en la antigua China
Si bien es difícil de comprobar que Stevin haya tenido conocimiento acerca de los mismos, en realidad esta invención es mucho más antigua que los veleros de tierra construidos para entretener a Mauricio I en el siglo XVI, y en China los mismos ya se construían desde principios del siglo VI, también para un monarca, el emperador Yang of Sui, quien se divertía navegando por tierra.
Esta tradición no resultó ser algo pasajero o poco duradero, y los chinos continuaron construyendo barcos de tierra o, como estos denominaban a tan llamativos vehículos, carruajes de viento por más de mil años. El explorador Juan González de Mendoza, contemporáneo a Stevin y Mauricio I de Nassau, y uno de los primeros exploradores europeos en China, describió este tipo de vehículos en sus escritos, los cuales aun continuaban siendo utilizados en los tiempos de la dinastía Ming (siglo XVI)
Se cree que los chinos llegaron a construir verdaderos barcos de tierra, con varios mástiles y tripulaciones de hasta veinte hombres. En los mapas de China de Abraham Ortelius pueden observarse en tierra varios de estos carruajes de viento.
Las reconstrucciones modernas
Si bien durante mucho tiempo fue incierto si los mismos eran veloces o no, ya que eran bastante pesados, en el 2018 un grupo de investigadores junto a un club de navegación de los Países Bajos reconstruyeron uno de los barcos de tierra de Stevin, viajando a una velocidad promedio de 40 kilómetros por hora desde Scheveningen hasta Petten.
Los carros a vela modernos
En el presente este tipo de vehículos se han vuelto relativamente populares, y suelen denominarse como carros a vela. Son mucho más pequeños que los construidos por Stevin o los antiguos chinos y poseen, por regla general, solo tres ruedas que se extienden considerablemente de la cabina del vehículo, otra diferencia con los modelos antiguos ya que los anteriormente mencionados poseían cuatro ruedas.
Los carros a vela modernos tienen su origen a finales del siglo XIX, cuando los hermanos Dumont se inspiraron en las velas triangulares de las embarcaciones egipcias del Nilo. El gran interés que tomó por estos vehículos el pionero de la aviación Louis Blériot, y las carreras de carros a vela por el Sahara que organizaba regularmente la Legión extranjera francesa, lograron hacer popular este tipo de vehículos en Francia, y años más tarde en todo el mundo occidental. Esto último, debemos aclarar, es disputado por los estadounidenses, quienes aluden que en realidad los carros a vela modernos fueron inventados entre principios y mediados del siglo XIX en los Estados Unidos.
De estas carreras, la más famosa fue la organizada en 1967 por la ya mencionada Legión extranjera francesa. En la cual equipos pertenecientes a siete países compitieron desde Colomb-Béchar en Algeria, pasando por postas en Marruecos para terminar en la capital de Mauritania, habiendo recorrido unos 2.700 kilómetros al final de la carrera.
Otros vehículos no convencionales
Los veleros de tierra fueron, o mejor dicho son ya que continúan siendo relativamente populares en el presente, uno de los tantos vehículos fuera de lo común creados a lo largo de la historia. Por ejemplo, también en Holanda, se crearon todo tipo de vehículos y corros impulsados por perros con el fin de abaratar costosos. Quizás lo más curioso es que estos carros fueron utilizados con frecuencia incluso hasta mediados del siglo XX.