Los árboles frutales
Los árboles frutales son fascinantes, ya que los mismos han evolucionado a lo largo de los millones de años en maneras muy distintas. Desde el árbol que da el fruto más grande del mundo, es decir el gigantesco fruto de la yaca, hasta árboles que se han especializado en atraer con el aroma de sus frutos a ciertas especies de aves las cuales, al devorarlo, digieren en sus estómagos parte de la cáscara de la semilla iniciando así proceso de germinado. En esta oportunidad hablaremos sobre otro fascinante árbol frutal, el cual es producto de la mano del hombre: el árbol de los cuarenta frutos.
El árbol de los cuarenta frutos
El árbol de los cuarenta frutos es un proyecto artístico y botánico realizado por el artista y profesor universitario neoyorquino Sam Van Aken, el cual lleva la milenaria tradición japonesa y china de crear árboles capaces de dar varios tipos distintos de frutos al límite (la arboescultura es un arte tradicional asiática que se remonta a miles de años en el pasado, siendo los bonsai el ejemplo más emblemático de esta bella y antigua tradición).
El mismo es ni más ni menos que un árbol del cual crecen exactamente cuarenta tipos distintos de frutos drupáceos, es decir: mangos, melocotones, ciruelas, cerezas, café, nueces, y varios otros. En otras palabras, frutos caracterizados por un carozo o hueso central rodeado por un abundante y carnoso tejido muy fibroso y una, por lo general, una fina cáscara exterior que protege la fibra del fruto de los insectos y el clima.
Si bien en Japón y en China dicha técnica, la cual cabe aclarar es muy popular y común de ver, se suele realizar utilizando árboles cítricos, habiendo árboles que llegan a dar más de diez tipos distintos de frutos, Van Aken escogió las drupas debido a su gran variedad y facilidad de manejo a la hora de realizar injertos. Con más de 16 árboles multifrutales ya creados para distintos museos y jardines botánicos del mundo, el artista en cuestión decidió crear su obra maestra de 40 frutos, la cual, según cree, es un límite difícil de sobrepasar.
Los mismos son creados mediante la técnica de injertos. Es decir, a un árbol saludable y de considerable tamaño se le remueve la corteza en una porción específica de su tronco o ramas principales y se añade el tejido de otro árbol al mismo para que así ambos tejidos crezcan como un organismo único.
Existen diferentes métodos de injertado: el de aproximación, donde se sueldan dos ramas entre si; el de hendidura donde se corta un tallo del árbol principal al cual luego se le practica una hendidura y se añaden en la misma dos o más injertos; y el de yema en el cual el injerto se añade a manera de parche al tronco principal.
Árboles de la tierra: en el planeta tierra hallamos muchos árboles fuera de lo común. Desde Hiperión, el árbol más alto del mundo, una impresionante súper secuoya roja más alta que la mayoría de los edificios en el mundo, hasta el asombroso Hosen-ji, el árbol que sobrevivió a la bomba nuclear de Hiroshima.
Los distintos tipos de injertos se utilizan dependiendo de donde se desean añadir los nuevos fragmentos de tejido, y Van Aken debió utilizar todos los métodos a su disposición para poder lograr el árbol de los 40 frutos.
Si bien durante la mayor parte del año este singular árbol parece uno más del montón, es durante la primavera cuando comienza a florecer y los distintos tipos de frutos comienzan a crecen que el mismo se vuelve un espectáculo visual único, ya que florece en varias tonalidades de colores rosados y amarillentos con el centro de la ciudad de Nueva York sirviendo como fondo.
La arboescultura
Las arboesculturas son el único tipo de esculturas realizadas con seres vivos. Popularizadas por Reames y Delbol en 1995 gracias a su libro «Como hacer crecer una silla» estas esculturas conllevan varios años de realización y se inician desde el momento en que el árbol es solo un retoño. Leer más sobre las arboesculturas.
El árbol que es dueño de si mismo
Según se cree, ya que los registros no son muy claros y llegan a la frontera con la leyenda, el árbol pasó a formar parte de la propiedad del héroe de guerra William Jackson, quien todas las tardes disfrutaba sentándose a leer debajo de éste.
Encariñado con su pacífico compañero de lectura antes de mudarse dejó establecido que el vegetal era de ahora en más dueño de si mismo y del terreno que ocupaban sus raíces, siendo el hecho conmemorado en una placa recordatoria. Leer más sobre el árbol que es dueño de si mismo.