Un fenómeno artístico y social tuvo lugar durante gran parte del siglo XX, y este fue la creación e invención de todo tipo de cápsulas, cascos y otras estructuras de privacidad o aislamiento sensorial. Es decir, mecanismos que permitían a una persona aislarse del mundo, alejarse del ruido y las distracciones y disfrutar del tan preciado y anhelado silencio absoluto.
Quizás impulsado por el vertiginoso avance tecnológico de la era o la rápida urbanización y concentración de personas en lugares relativamente pequeños, muchos inventores se vieron inspirados para crear todo tipo de dispositivos de privacidad. Algunos de estos eran simples cascos que eliminaban todos los sonidos externos y otros eran elaboradas cápsulas que permitían aislarse totalmente del medio externo.
Entre los pioneros de este tipo de cápsulas hallamos al Isolator, Aislador, inventado a mediados de 1920 por el excéntrico y genial Hugo Gernsback, un diseñador, hombre de negocios, pensador, editor, escritor e ingeniero cuya influencia en el campo de la ciencia ficción es incalculable. El dispositivo tenía fines puramente conceptuales, es decir, fue especialmente diseñado y construido para un artículo de la revista de Gernsback, la legendaria Amazing Stories, en la cual este hombre y sus escritores escribían historias sobre futurismo y sobre cómo la ciencia y la tecnología alterarían la vida humana en el futuro.
En efecto, Gernsback fue uno de los padres de la ciencia ficción, al punto que los famosos premios de ciencia ficción Hugo Awards fueron nombrados en su honor. El Isolator era un diseño conceptual, con un solo prototipo construido por el mismo Gernsback y su equipo que contemplaba un futuro en el cual los ruidos de teléfonos y otros dispositivos electrónicos en las oficinas impidiesen la concentración. Con este fin, el casco le permitiría al oficinista del futuro poder concentrarse en su tarea.
Inspirados en el Isolator la compañía ucraniana Hochu Rayu desarrolló un dispositivo similar denominado como el casco Helmfon, el cual bloquea la visión periférica y todo tipo de sonidos externos. Este particular dispositivo, a diferencia del anterior con fines comerciales, también incluye una cámara, un micrófono y Bluetooth con el fin de permitir al usuario realizar teleconferencias con otros trabajadores.
Otro de los diseños más interesantes en este campo fue la cápsula de expansión mental de Haus-Rucker-Co en 1969. Denominada como el Expansor Mental II, en inglés Mind Expander II, este proyecto tanto conceptual como artístico fue uno de los varios intentos por crear un medio que aísle a la persona del mundo externo para así permitir que esta se concentre sin preocuparse por los problemas externos. El Expansor Mental II era un híbrido entre otros dos proyectos del artista, el Casco Mosca (de aquí la forma de la cápsula, semejante a la cabeza de una mosca) y el Expansor Mental I, una cápsula similar pero mucho más simple en su diseño.
El interés de Haus-Rucker-Co era puramente artístico y a su vez una crítica social a la vorágine moderna y su infinita andanada de estímulos externos los cuales impiden a las personas ser introspectivas y reflexionar sobre su existencia. Así mismo, no buscaba aislar a la persona completamente del medio externo, sino que más bien su objetivo era alterar y disminuir su intensidad.
Entre las varias obras artísticas de este creativo en este respecto una de las más bellas es el Oasis Número 7, Oase No. 7, un pequeño oasis en medio de la vorágine. La misma fue creada en la década de 1970 y emplazada en la fachada del museo Friedericianum en Kassel, Alemania.
Entre estos proyectos nos encontramos con el Capullo de tela para dos creado por Pablo Reinoso buscaba lograr un aislamiento semi-total del mundo junto a otra persona. Sin separar a las personas completamente del mundo externo, este singular capullo flotante permitía mantener una charla amena a solas incluso si se estaba rodeado por una multitud. Como podemos observar el mismo era semi-transparente, y su principal característica radicaba en el aislamiento del sonido externo.
No todos estos proyectos fueron con fines benignos o artísticos. Por ejemplo, la CIA utilizó el aislamiento como un medio de tortura tras enterarse de los efectos psicológicos causados por el aislamiento forzado prolongado en los estudios al respecto realizados por la Universidad de Manitoba en la década de 1960.
Estos estudios de aislamiento forzado, o semi-forzado, ya que los estudiantes sometidos a dichas pruebas eran voluntarios, fueron llevados a cabo por el doctor John Zubek, y para los mismos se empleó un aterrador dispositivo que no solo impedía el movimiento, sino que además impedía percibir todo estímulo externo.
El aislamiento sensorial a través de tanques de flotación es, no obstante, relativamente popular en el presente y parte de la subcultura New Age. Inventados por el neuropsiquiatra John C. Lilly estos tanques privan al usuario de los estímulos externos mientras este flota en su interior, el cual está lleno con agua salada para facilitar la flotabilidad.
Si bien las investigaciones de Lilly en la década de 1950 y años posteriores no fueron tomadas con seriedad por la comunidad médica, sobre todo debido a su fuerte defensa de las drogas psicodélicas, muchas personas encuentran estos tanques como un muy buen método de relajación. Razón por la cual hoy en día los tanques R.E.S.T (terapia de estimulación ambiental reducida y siglas que en inglés forman la palabra rest, descanso) se han convertido en una industria lucrativa en muchos países del mundo.