Continuando con nuestra serie de artículos sobre estructuras y esculturas musicales, hoy hablaremos de una capilla la cual posee, en su estructura edilicia, una obra musical la cual permaneció completamente oculta y a plena vista durante más de cinco siglos.
Una de las maravillas arquitectónicas que podemos hallar en el mundo es la capilla de Rosslyn. Construida a mediados del siglo XV en el poblado escocés de Roslin bajo ordenes del conde de Caithness, ésta capilla, cuyo arquitecto permanece en el anonimato hasta el día de hoy, ha sido el epicentro de incontables leyendas y teorías conspiratorias.
Algo incluso hasta lógico si tenemos en cuenta no sólo a su particular arquitectura e intrincadas decoraciones, entre las que no faltan incontables seres grotescos y gárgolas, sino que además desde un principio se la asoció con grupos de masones y caballeros de la Orden del Temple quienes durante varios años la utilizaron como refugio.
Los pilares musicales
Si bien en la capilla encontramos todo tipo de curiosas decoraciones que van desde grabados, según se cree, relacionados con la mitología nórdica hasta infinidad de pequeños seres verdes de grotescas facciones que miran atentamente a los feligreses, lo más interesante es sin lugar a dudas el pilar musical.
Durante más de medio milenio nadie supo a ciencia cierta cuál era el significado o el simbolismo iconográfico que intentaban comunicar los grabados hallados sobre éste singular pilar central y sus respectivos arcos, algo comprensible ya que los mismos no poseen ningún tipo de escritura o símbolo religioso conocido y ‘solamente’ constan de patrones irregulares formados a partir de 215 cubos ornados con peculiares figuras geométricas perfectamente definidas sobre su cara exterior y un conjunto de ángeles con instrumentos musicales que los rodean y parecen mirarlos con cuidadosa atención.
Por fortuna para todos nosotros, el secreto fue finalmente develado en el año 2007 por el pianista escocés Thomas Mitchell y su hijo Stuart, siendo efectivamente más espectacular de lo que cualquiera hubiese podido imaginar, ya que se trataba de una compleja obra musical que permaneció escondida a plena vista durante más de medio milenio.
Tras estudiar los cubos durante años, llegaron a la conclusión de que los mismos forman 13 patrones distintos que encajan a la perfección con varios de los patrones descritos en el siglo XVIII por el músico y matemático alemán Ernst Chladni, quien empleó gran parte de su vida en el estudio de la codificación visible de ondas vibratorias y sonoras mediante la utilización de un medio mecánico, siendo, en efecto, el padre de lo que hoy en día se conoce como cimática -el estudio visible de las ondas sonoras-.
Para realizar sus experimentos Chladni utilizaba placas metálicas a las cuales cubría con una fina capa perfectamente regular de sal extremadamente fina. Luego, utilizando distintos instrumentos mecánicos calibrados producía intensas frecuencias sonoras detrás de la placa, frecuencias que tras atravesar la placa perturbaban con sus vibraciones la capa de sal dejando como resultado patrones geométricos bien definidos los cuales catalogaba y anotaba pacientemente.
La sorpresa sería gigantesca, no sólo los patrones geométricos formados por varios de los cubos correspondían perfectamente a varios de los patrones descritos por Chladni más de 300 años después de que la capilla fuera construida, sino que también uno de los ángeles que adornaban el pilar central en el cual se encontraban la mayoría de los ángeles con instrumentos musicales oficiaba como ‘director’ de lo obra, ya que con sus dedos señalaba tres notas que, efectivamente, eran las que indicaban el tono y el comienzo de la melodía.
Tras un laborioso trabajo padre e hijo fueron decodificando los cubos y traduciendo la obra a notación musical contemporánea. A los pocos meses y ya con las partituras completas llamaron a cuatro cantantes y a ocho músicos experimentados con los instrumentos musicales medievales tocados por los ángeles para representar la obra. Dando, nuevamente, vida a una pieza musical que permaneció alrededor de 550 años escondida a plena vista y a la cual denominarían como el Motete de Rosslyn.
Stuart Mitchell a subido a su canal de YouTube una traducción del código en la iglesia a su forma musical.
La pieza en si
Es el Himno a San Juan Bautista escrito por Pablo El Diácono en el siglo VIII. El cual tiene esta letra:
Ut queant laxis
Resonare fibris
Mira gestorum
Famuli tuorum
Solve poluti
Labi reatum
Sancte Ioannes.
Lo cual traducido al castellano es más o menos:
Para que puedan
Con toda su voz
Cantar tus maravillosas
Hazañas estos tus siervos,
Deshaz el reato de
Nuestros manchados labios,
¡Oh, bendito San Juan!
Si se miran las primeras sílabas de cada verso del original latino veremos que son: UT-RE-MI-FA-SOL-LA
Las cuales fueron tomadas por el monje del sigo X Guido de Arezzo para formar las notas musicales que conocemos, ya que las notas que se cantaban con la música original coincidian con las de la escala. Posteriormente el italiano Doni cambiaría UT por DO, y siglos más tarde se agregaría la nota SI, la cual se forma con las iniciales de Sancte Ioannes.
Los caminos musicales de Hokkaido
Otro ejemplo de piezas musicales ocultas en una estructura o construcción son los caminos musicales de Hokkaido, los cuales en los últimos tiempos se han vuelto en un atractivo turístico sin igual.
Estos son caminos en los cuales se han creado distintos patrones a manera de surcos y huecos que, al chocar con el aire que acarrea la superficie de un automóvil al desplazarse a cierta velocidad, producen distintos tipos de melodías y tonos.
Puedes leer más sobre estos caminos musicales siguiendo este enlace.