Locura colectiva
En el pasado habíamos hablado sobre la insana opresión fiscal del rey John I de Inglaterra en el siglo XIII con el fin de solventar una guerra, y cómo un pequeño pueblo logró salvarse a si mismo de pagar el impuesto fingiendo padecer de locura colectiva. Si bien al lector moderno lo anterior puede resultarle extraño, es decir que el cruel rey se lo crea y decida perdonar el impuesto a dicho pueblo, en realidad los casos de «locura colectiva», principalmente debido a intoxicaciones, fueron relativamente comunes en el medio evo.
Hoy hablaremos de uno de los más llamativos e interesantes casos de aparente locura colectiva durante la Edad Media y el Renacimiento, la temible Danza de San Juan.
La Danza de San Juan, la plaga de la danza
De todos los fenómenos sociales e histerias masivas habidas y por haber es quizás la Plaga de la danza, conocida en España como la Danza de San Juan, la más increíble de todas. Transcurrido principalmente en Europa continental durante finales del siglo XIII y principios del XVIII, la Danza de San Juan describe un fenómeno en el cual cientos, y en oportunidades hasta miles, de personas comenzaban frenéticamente a danzar de manera ecléctica, es decir, no tratándose de ningún tipo de danza en particular sino más bien de movimientos enloquecidos.
Si bien hoy en día no existe una opinión final sobre las causas que llevaban a las distintas epidemias de baile, las opiniones con mayor peso se basan a partir de envenenamiento con cornezuelo, hongo parásito del género Claviceps, famoso por su capacidad para contaminar hierbas secas y cereales mal almacenados y cuyos efectos son, a grosso modo, parecidos a los causados por el LSD.
Obviamente, la creencia contemporánea del Medioevo llevaba a asumir que se trataba de posesiones demoníacas, por lo que distintas cadenas de oración eran organizadas para intentar curar a los «poseídos».
En varios casos, como documenta en el episodio a continuación el historiador alemán Justus Hecker, se contrataban músicos esperando que la música calmara y curara a los danzantes quienes, tras varias horas de movimiento continuo, colapsaban del cansancio para despertar «desposeídos» de sus demonios.
Experimentos con LSD: Curiosamente siglos más tarde, más precisamente en el siglo XX, varios ejércitos del mundo experimentaron con dosis de LSD en sus soldados con el fin de determinar los efectos de dicho alucinógeno en las tropas.
Aunque, y de todas maneras, eran pocos los que lograban despertar ya que la mayoría moría a causa de paros cardíacos o de las convulsiones que sufrían. Si bien algunas de las plagas de baile fueron las de Aachen en el siglo XIV y la relatada en las Crónicas de Kleinkawel. No obstante, ninguna se compara a la que tuvo lugar en el siglo XVI en Estrasburgo.
La plaga de la danza de 1518
Esta fue, sin duda alguna, la más espectacular en dimensión y mortífera de todas. Con más de 300 muertes contabilizadas, tuvo lugar en Julio del año ya mencionado cuando una mujer llamada Troffea, según recuentos de la época, comenzara a bailar frenéticamente sin explicación alguna en las calles de Estrasburgo, Sacro Imperio Romano -Alemania- en ese entonces y actualmente perteneciente a Francia.
Si bien el baile de Troffea causaría curiosidad y comentarios mal intencionados entre los lugareños, menos de una semana después de lo ocurrido más de 34 personas serían contabilizadas como «enloquecidas por el baile.» Número que crecería rápidamente ya que menos de 20 días después del primer caso el número de danzantes superaría los 420 «participantes». Número que no reduciría con el pasar de las semanas, sino todo lo contrarío.
Una cultura temerosa de las plagas: en la Europa medieval y renacentista existía un gran temor hacia las plagas debido a los efectos destructivos que tuvieron dichas plagas sobre la población europea. Debido a esto fenómenos culturales como el Totentanz y la Danza Macabra se volvieron muy populares entre los artistas. Puedes leer sobre dichos movimientos artículos siguiendo este enlace.
¿Otro caso de Danza de San Juan?
Sin embargo, lo espectacular del caso no fue en si mismo el tamaño de la epidemia sino las medidas tomadas por las autoridades. Tas consultar con varios «expertos» se llegaría a la conclusión de que la única cura era el dejar bailar a la gente hasta que esta se harte de hacerlo. Razón por la cual no sólo el mercado principal de la ciudad sino que además dos salones de fiestas serían abiertos y llenados con «danzantes».
Lugares que, a su vez, eran dotados con músicos pagos por el gobierno para animar el baile. Si bien las intenciones de las autoridades no eran malas, y buscaban encontrar una cura para los afectados, esto, al final, tuvo como resultado la muerte de cientos de personas, ya que los «danzantes» se movían frenéticamente hasta, literalmente, morir del cansancio.
Puede apreciarse el grabado del gran Hendrick Hondius realizado a mediados del siglo XVII en el cual vemos ilustrado lo ocurrido basado a partir de un tercero, según se cree, a partir de otra epidemia de danza. Esta ocurrida en Flanders a mediados del siglo XVI. No casualmente estos acontecimientos ocurrían por norma general durante el verano y la primavera, cuando el calor favorecía el crecimiento del hongo.
El origen de la tarantela
Todo esto nos trae al curioso origen del baile italiano conocido como la tarantela y su particular origen.
Un fenómeno similar fue el de las las arañas del rey Pirro. Tras ganar, a un altísimo costo, su batalla contra los romanos como castigo Pirro, rey de Epiro, obligó a sus sirviente a enviar jarras con arañas a Italia, más precisamente a Taranto. La picadura de este arácnido produce espasmos y temblores. De aquí viene el nombre «tarantela» para dicho baile ya que los pobladores de Taranto, al ser picados, comenzaban a espasmar y temblar.