Los sentineleses son una de las últimas tribus sin contactar en nuestro planeta, y la última del Océano Índico sin ningún tipo de contacto alguno, su idioma permanece sin clasificar y es completamente distinto al de sus vecinos más cercanos, los jarawa, su sociedad está basada en la caza, la pesca y la recolección de plantas y nada es sabido sobre sus mitos y leyendas. De hecho ni siquiera sabemos cómo se llaman a si mismos, ya que el gentilicio de sentineles proviene del nombre de la isla en la que habitan, bautizada como isla North Sentinel por los británicos. Isla perteneciente al grupo de islas ubicadas en la bahía de Bengala conocido como islas Andamán, donde en cada una habitan distintas tribus.
Junto con los ya mencionados jarawa, habitantes de la isla Adamán del sur y cuyo contacto con los extranjeros se limita a intercambiar objetos, los sentineleses son la tribu más aislada de la región. Si bien en un momento podríamos llegar a pensar que tal aislamiento es un cruel destino, sólo basta con ver lo que ocurrió con los onges, habitantes de la isla Rutland, quienes fueron asimilados hace ya más de un siglo y cuya sociedad ha colapsado por completo, necesitando de subsidios del gobierno de la India para sobrevivir y cuya población es casi siete veces menor en comparación a los tiempos anteriores a la asimilación.
Ésta falta de contacto es la razón por la cual en el 2004, año en el que tuvo lugar uno de los peores terremotos y tsunamis en la historia moderna, con más de 230 mil muertes y cientos de miles de heridos, el gobierno de la India pensó que lo peor había ocurrido con los sentineleses y los jarawa ya que sus islas se hallan relativamente cerca del epicentro y en el curso de la ola
. Sin embargo, tres días después de ocurrida la tragedia, cuando la guardia costera envió helicópteros a investigar que había sido del destino de éstos pueblos, los guardacostas no tardaron en avistar a un sentineles, quien desafiaba al helicóptero apuntándole con su arco.
Aliviados y asombrados, inmediatamente se dirigieron hacia la isla de los jarawa, más abiertos al contacto. Allí descubrirían algo asombroso, ni un sólo jarawa había perecido durante el tsunami.
Con un contacto reducido y poca confianza hacia los extranjeros, llevó cierto tiempo descubrir cómo fue que ambas tribus lograron salvarse de la ola. Ésta poca confianza por parte de los jarawa es comprensible, antiguamente una cultura pacífica fueron diezmados por los marinos británicos, quienes utilizaron su isla como base de aprovisionamiento disparando a cualquier jarawa que se acercase sin mediar palabra alguna. Los tiempos modernos no han sido mejores, en 1999 una epidemia de sarampión, llevado a la isla por un oficial del gobierno de la India, causó la muerte del 10% de la población jarawa.
Descifrar éste acertijo fue la tarea de Sophie Grig y los investigadores de Survival International, quienes establecieron contacto con varios jarawa hasta contactarse con Ashu, un jarawa capaz de comunicarse en hindú y acostumbrado al contacto con extranjeros.
Éste les relataría la historia sobre cómo, cuando sintieron la tierra temblar, inmediatamente fueron a ver a los pescadores de su tribu, quienes le comunicaron a los jefes que el «mar había desaparecido» (un efecto común de los tsunamis es que antes de la ola receda el nivel de agua en la costa considerablemente). Sabiendo a partir de canciones que se pasaron de generación en generación que cuando la «tierra se enoja» y «el mar desaparece» la tribu debe esconderse de los espíritus de la tierra en el bosque de Balughat, el cual es el punto más alto de su isla, fue entonces que toda la tribu corrió hacia dicha aérea, quedando así completamente a salvo cuando la ola golpeó la isla.
Tras entrevistar a los onge descubrirían un mismo patrón, no en una canción, sino en un cuento muy importante en su cultura, el cual relata una historia en la cual la tierra tiembla y luego una pared de agua viene a llevarse a los pobladores. Razón por la cual intuitivamente 96 Onge se salvaron del tsunami al sentir el terremoto y correr hacia la parte más elevada de su isla.
En efecto, fue la tradición oral y las canciones de sus ancestros lo que salvó a éstas tribus despectivamente consideradas como primitivas por muchos.
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