Hace aproximadamente 500 años, el conde jorobado Pier Orsini quedaría devastado por la muerte de su esposa, Julia Farnese, a quien amaba profundamente y la cual murió muy joven y de manera trágica.
Deseoso de nunca más ir a un jardín y ver bellas y alegres esculturas, sino que al contrario, su deseo era el de encontrar un dolor tal al que se hallaba en su corazón y que lo atormentaba día a día con recuerdos melancólicos de un pasado feliz que ya nunca se repetiría, comisionaría al escultor y arquitecto renacentista Pirro Ligorio, quien posteriormente saltaría al estrellato al terminar la Basílica de San Pedro tras la muerte de Miguel Angel para que se encargue de dar vida en la piedra a las retorcidas esculturas que tenía en mente.
Bomarzo, según indican los curadores del parque, es un juego de palabras que se basa en la latina Polymartium -una de las teorías es que el nombre hace referencia a la ciudad del dios de la guerra Marte-.
En el jardín no escasean las representaciones de los dioses romanos, todos con poses y accionares realmente escalofriantes, como la del héroe Hércules desgarrando con sus propias manos a Caco; o un elefante de guerra de Anibal, aplastando a un legionario romano hasta la muerte. A diferencia de la simetría de los jardines de la época, Bomarzo parece no tener una planificación central, y sus esculturas aparentan estar desconectadas unas de otras.
De las esculturas la más imponente es Orcus, el ogro, para la cual Ligorio jugó con la geometría y las sombras sobre la misma. De esta manera, la escultura parece «cambiar» su expresión facial poniéndose más feliz a medida que se acerca la noche.
Sobre la entrada del parque, dos efigies dedicadas a César Augusto nos comentan una pista de la temática del parque, las siete maravillas herméticas que representan los 7 metales transmutables y las 7 plantas milagrosas.
Nunca sabremos si el parque logró curar el corazón del conde Orsini, pero al menos los años que esté invirtió diseñando sus edificios y esculturas y los años que tardó en dirigir como construcción al menos podemos decir le han servido como un bálsamo sanador para ocupar su mente en otras tares, aunque muchas veces esas tares hayan sido idear los más retorcidos y descabellados monstruos que la mente humana pueda imaginar.
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