A principios de la década de 1930 el legendario ingeniero especializado en trenes de alta velocidad, Franz Kruckenberg, diseñó y probó exitosamente el primer tren bala de la historia. Al no contar con los poderosos materiales superconductores que utilizan en sus rieles los trenes ultra veloces del presente, Kruckenberg debió valerse de la ingeniaría aeronáutica para crear un tren a hélice capaz de cortar la resistencia del aire lo más eficientemente posible.
En el proceso, también crearía uno de los primeros vehículos de la historia en buscar un equilibrio entre materiales pesados y livianos con el fin de tener una buena estructura y a la vez un peso relativamente bajo. Así se crea el Schienenzeppelin, el tren más innovador y veloz de su época.
Este título lo probaría el 21 de Junio de 1931, cuando, en la vía que une Hamburgo con Berlín, su tren alcanzara el récord de 230 kilómetros por hora. Récord que mantendría por 20 años. Por supuesto que las críticas no se harían esperar. Principalmente la crítica que más se hizo fue el cuestionar por qué era necesario un tren tan veloz. Pregunta que se respondería a si misma décadas más tarde con la llegada de los interminables y serios problemas causados por la congestión del tránsito y el crecimiento urbano masivo sobre todo a finales del siglo XX.
Si bien el tren funcionó correctamente por los pocos viajes que realizo a través de su corta historia, su precio de fabricación y en especial el ruido producido por la hélice fueron dos de los factores por los cuales el Schienenzeppelin fracasó rotundamente. Su elevado precio llevó a que no se pueda fabricar en masa y el ruido de la hélice fue un factor fundamental en su falta de popularidad con los pasajeros de las lineas ferroviarias alemanas.
El concepto del tren volvió a contemplarse durante los albores de la Segunda Guerra Mundial cuando las autoridades alemanas contemplaron volver a construir este veloz tren aerodinámico con el fin de transportar rápidamente tropas de un lugar a otro y así mantener provistos de hombres ambos frentes de la guerra. No obstante, la falta de recursos y los problemas logísticos que se fueron acrecentando con el avance de la guerra, volvieron a lograr que el Schienenzeppelin fracase nuevamente.
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