Un inventor frenético
Chindogu es el arte japonés de crear inventos absolutamente inútiles, pero al mismo tiempo geniales que, a pesar de su aparente utilidad a priori, en realidad la cantidad de trabajo que hay que realizar para utilizarlos y a veces la vergüenza que nos hacen pasar en público es tan grande, es mejor directamente no utilizarlos en lo absoluto. Hemos hablado en detalle sobre el particular arte del chindogu en el siguiente artículo, donde detallamos su historia y mostramos varios ejemplos.
Curiosamente, leyendo sobre patentes, descubrí que hay muchas patentes que, a pesar de la seriedad que intentaron darle sus creadores, las mismas podrían ser fácilmente catalogadas como chindogu. Un ejemplo de esto son las incontables patentes del inventor Arthur Pedrick, el gran inventor que en realidad nunca invento nada útil.
No obstante, perdido entre los millones de patentes de los archivos de registro de patentes se hallan las enviadas por el inventor aficionado del siglo XIX James C. Boyle, un hombre que inventó todo tipo de inventos para «facilitar la vida», siendo su obra maestra, y definitivamente la más innecesaria e inútil de todas, la denominada como «el saludador automático de Boyle».
El saludador automático
En el pasado las estrictas reglas de caballerosidad indicaban el que se debía saludar a una dama formalmente aunque no se la conociese. Por regla general el acto de cortesía contemplaba el elevar el sombrero y bajar la cabeza.
Cansado de tener que realizar esta práctica cada unos pocos pasos, James C. Boyle diseñó en 1896 un curioso «saludador automático», el cual levantar el sombrero solo con presionar un botón.
A causa de que el sistema era bastante pesado, unos 4 kilogramos, y el miedo que generaba en las personas ver un sombrero que se levantaba misteriosamente, la empresa y la inversión de Boyle fueron tal fracaso que terminó en la ruina.
Quizás los intentos de este «Da Vinci victoriano» nos recuerdan a los inventos del hombre que inspiró al personaje del Sombrerero Loco en Alicia en el país de las maravillas, Theophilus Carter, y sus inventos extraños. Entre ellos, el más extravagante de todos era una cama que arrojaba a la persona al piso si esta no quería levantarse de la cama al sonar una alarma.