Al terminar la Segunda Guerra la aviación Unión Soviética estaba muy relegada comparada con la occidental. Todo cambió con el desarrollo del mítico MiG-25.
Durante la guerra fría los aviones MiG soviéticos visitaron países occidentales varias veces. A veces en paz con el fin de participar en espectáculos aéreos y otras veces sin anunciarse.
Tom Attridge fue un piloto que en el año 1956, tras una vertiginosa maniobra a gran velocidad, hizo que sus propias balas impacten contra su avión, derribándose a sí mismo.